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martes, 13 de marzo de 2018

Balada de buitres


Sí. Parece ser que confesó. Quien lo mató es una mujer. Además es negra. Una mujer negra que además es inmigrante. ¿Ya estamos informados? Al parecer, no lo suficiente. Sabemos el nombre de la mujer. Sabemos sus relaciones afectivas con el padre de la víctima. Sabemos sus antecedentes “sentimentales”. Sabemos que vivió en Burgos. Sabemos que trabajó en una carnicería. Sabemos que tenía una hija pequeña que murió tras precipitarse desde un séptimo piso (aquel en el que residía). Sabemos que tiene otra hija de otra expareja. Sabemos, sabemos, sabemos…
Pero es que además de saber, especulamos, nos desahogamos en Twitter, en Facebook, en WhatsApp… Juzgamos, condenamos, reclamamos, exigimos,… Sí. También nos solidarizamos. Expresamos nuestro dolor. Nuestra rabia. La compartimos con unos padres destrozados. Con un pueblo traumatizado. En shock una vez más ante la tragedia de ver a una inocente criatura privada de su futuro por la maldad humana.
Todo muy humano. Muy de la condición humana. Incluso muy razonable.
Ahora rebobinemos. ¿Cuántas de las cosas que sabemos son realmente relevantes? ¿Qué parte de la “información” que nos abruma vía telediarios, programas especiales, noticieros y tertulias radiofónicas, prensa escrita, diarios digitales, redes sociales,… sería perfectamente prescindible sin disminuir ni un ápice lo transcendente del suceso, del abominable suceso?
¿Es relevante que la (confesa) asesina sea una mujer? ¿Por qué? ¿Acaso las mujeres sólo pueden ser víctimas siempre y en todo lugar en esta sociedad heteropatriarcal y los malvados son siempre del género masculino? ¿Se pretende acentuando su condición de género poner de manifiesto la excepcionalidad del hecho o se pretende desde la otra orilla rebajar la importancia que tiene una lacra tan execrable como la violencia machista?
¿Es relevante que la asesina sea negra e inmigrante? ¿Por qué? ¿Acaso los negros y los inmigrantes en general son por definición delincuentes en potencia, presuntos asesinos, maltratadores,…? ¿Se pretende una vez más acentuando sus características de raza y origen estigmatizar a una parte de la población o se pretende desde la otra orilla excitar el victimismo que supone el supuesto linchamiento mediático a alguien por esas condiciones?
¿Es relevante que la asesina haya sido “carnicera” y que su hija pequeña se haya “precipitado” desde un séptimo piso? ¿Por qué? ¿Acaso se busca radicar en el subconsciente del lector el doble sentido de la palabra “carnicera” e insinuar de ese modo su reincidencia? ¿Se pretende extender un estado de opinión que nos devuelva a las viejas películas del “far west” y a la aplicación de la “Ley de Lynch”?
¿Es relevante que la asesina tenga otra hija y otra expareja? ¿Es relevante que esas personas no quieran hacer declaraciones públicas? ¿Por qué? ¿Acaso consideraríamos razonable otro tipo de actitud? ¿Tan difícil es empatizar mínimamente con esas personas? ¿Acaso estamos queriendo atribuir a familiares y amigos algún tipo de responsabilidad en los desequilibrios o en la mera maldad de una persona concreta?
Sea cual sea su intencionalidad, tras un breve paseo por las redes sociales a mí personalmente todo esto me espanta y me devuelve a oscuros tiempos en los que había prensa especializada y de éxito, cuyo objetivo era revolver las tripas de la gente, excitar sus más bajas pasiones y en última instancia inocular el miedo en la población para justificar otros intereses no especialmente puros.
Esta mañana fue el funeral por Gabriel. Una inmensa manifestación de rabia, dolor y solidaridad ante una monstruosidad incalificable. Con poca diferencia en el tiempo la autora de esa atrocidad al parecer reconoció su responsabilidad. Bien. Caiga sobre ella el peso de la justicia en la medida en que los merece. ¿Se acabó?
Poco después, en uno de los informativos de una de las televisiones (prácticamente monográfico como viene siendo costumbre) escuché las palabras más sensatas en las voces de quienes tendrían más argumentos para no serlo. Decía Patricia, la admirable madre del crío,: “…que la bruja ya está donde tiene que estar y no le demos más vueltas y arriba la buena gente y los buenos corazones…” ¿Servirán estas palabras para terminar con tanto ruido mediático interesado? Lamentablemente, yo creo que no. No sé lo que se enseña ahora en las facultades de las llamadas ciencias de la información y comunicación audiovisual respecto al tratamiento de estos temas. Tampoco soy tan ingenuo como para ignorar que son muchos los intereses empresariales, por mantener vivas audiencias e ingresos publicitarios, pero… al parecer
le gustaban los peces al chiquillo
¡qué pena!
Hoy el color de moda es… amarillo

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